martes, 11 de octubre de 2016

Susto que no pasó a mayores

Hace varias semanas, mientras observaba a mis tortugas nadar y hacer cosas de tortugas, noté que Rafael tenía una como manchita blanca muy pequeña y casi impeceptible en su cuello. Al principio no le di tanta importancia ya que después de buscar información en la red, no encontré nada particularmente alarmante por lo que en ese momento no le di más vueltas al tema (cosa rara en mi) y lo catalogué como algo completamente normal.

Sin embargo, unos días después empecé a notar que la manchita se hizo más notoria y descubrí que Leonardo (para colmo), portaba una manchita muy similar a la que le había visto a Rafa en un inicio, por lo que mi primera reacción fue la de entrar en un pánico silencioso y letal, de esos que no te dejan pensar en otra cosa que no sea una solución al problema presente.



Comencé a investigar más al respecto y a pedir opinión de personas en Estados Unidos con mucha más experiencia que yo en tortugas (al menos en apariencia), pero no encontré una respuesta que me convenciera totalmente, por lo que me di a la tarea de localizar a un veterinario de animales exóticos para terminar de una vez con esto y descubrir exactamente que era lo que tenían mis tortugas.

Por fortuna di con esté lugar http://www.acutus.com.mx/ convenientemente ubicado muy cerca de mis rumbos habituales. Hablé con los doctores a través de su página de Facebook e hice una cita para que, aprovechando la vuelta, revisaran a mis 4 tortugas ninja.

Para no hacer el cuento largo, el doctor me dio mucha información muy útil sobre el cuidado de mis tortugas (conocimiento que iré compartiendo poco a poco) y me explicó que lo que tenían tanto Leo como Rafa eran pequeñas heridas que se habían hecho ellos mismos con sus caparazones (por fricción) al momento de levantar sus cabezas. Fue en ese momento cuando el alma me volvió al cuerpo.

El doctor me sugirió que a ambas les aplicará un producto llamado Microdacyn (que se puede conseguir en cualquier farmacia) 2 veces al día directamente en la herida (ya sea directo del bote o con un cotonete), dejándolas secar durante 10 minutos antes de volverlas a introducir a su acuaterrario.



Sobra decir que después de una semana las heridas de ambas tortugas cicatrizaron y sanaron perfectamente sin ninguna repercusión. Mi consejo es que siempre acudan a un experto cuando noten alguna anomalía en sus animalitos. Al final de cuentas es nuestra responsabilidad darles una buena calidad de vida.

Vaya que ser padre primerizo realmente es agotador...


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